Mari Carmen García Bueno
«Un pueblo que garantiza una alimentación suficiente, sana, a su población, es un pueblo que no depende de nadie»
¿Cuáles dirías que son hoy las principales reivindicaciones de los y las trabajadoras agrícolas?
Mi trayectoria militante ciertamente está ligada a la lucha por la tierra y la dignificación de las condiciones laborales de quienes trabajan la tierra pero no son propietarios. Andalucía es una tierra de grandes terratenientes propietarios de grandes latifundios con escaso cultivo social que genere empleo y con un gran número de jornaleros y jornaleras que trabajan la tierra en unas condiciones laborales muy precarias y sujetos a largos periodos de paro por una política agraria que les da la espalda.
Desde mis inicios hasta ahora las cosas han cambiado bastante, y no a mejor precisamente. En los últimos años se ha precarizado muchísimo el trabajo agrario, tanto el del campo como el de almacenes. Las empresas de servicio han empeorado las condiciones laborales, se han recortado derechos y no se cumple con los convenios colectivos, ya de por sí insuficientes. Para las mujeres ésta realidad es aún más cruda. Se aprovechan de la necesidad económica de los y las trabajadoras además de la necesidad de reunir 35 días trabajados en el campo para tener derecho a la prestación de la renta agraria que consiste en 6 meses de ayuda de unos 425 euros si cumples una serie de requisitos. Esto con una política agraria comunitaria que no favorece el cultivo que genere empleo, si no que subvenciona y premia la superficie, y no la producción. No hay una conciencia ni identidad colectiva como pudo haberla hace años de la necesidad de lucha por el acceso a la tierra. Hoy una de los principales reivindicaciones es eliminar el requisito de las peonadas para tener derecho a esa pequeña ayuda, que podríamos decir, es como una renta básica de los trabajadores agrícolas, que se dignifiquen los salarios del campo y se cumplan los convenios y planes especiales de empleo para épocas de poco o ningún trabajo en el campo.
Pero desde luego creo que la reivindicación histórica de “la tierra para quien la trabaja”, el derecho al acceso a la tierra y las semillas, el agua, está más vigente que nunca con el proceso de acaparamiento de tierras que se está produciendo en el mundo. Resaltar que esa reivindicación hoy es más necesaria que nunca.
“Las luchas que se habían mantenido en el campo en favor de la dignidad, eran luchas que se podrían trasladar a otros sectores”
Desde los inicios del SOC siempre se tuvo conciencia de la importancia de que organizaciones sindicales alternativas era imprescindible hacer una lucha común contra el sistema capitalista que nos oprimía y explotaba. Hubo un trabajo importante en Andalucía en la construcción de la intersindical Andaluza, conseguimos organizar importantes luchas.
Desde el SOC estábamos convencidos de que las luchas que se habían mantenido en el campo en favor de la dignidad, eran luchas que se podrían trasladar a otros sectores como la construcción, sector servicios, universidad, etc. Articular una conciencia de clase colectiva que permita unificar luchas comunes para revertir las condiciones laborales de un sistema perverso contra los más débiles, que en definitiva somos siempre los y las trabajadoras. Y además los jornaleros ya no solo existen en la agricultura, la precariedad, la temporalidad, la discriminación, se dan en todos los sectores, es por lo que decidimos junto a otros colectivos la creación del SAT.
Han sido indispensables alianzas de organizaciones sindicales alternativas, tanto en Andalucía como en el resto del estado, de Europa y también de todo el mundo.
Por una parte, la lucha sindical ha tenido como consecuencia que seamos uno de los sindicatos más represaliados de Europa, y la solidaridad internacional ha sido y es fundamental: el que se pudiera conocer nuestra situación y nuestras reivindicaciones haciendo campañas internacionales y que representantes de organizaciones viniesen a solidarizarse y mostrar su apoyo. El crear redes, el apoyo mutuo ha sido imprescindible en la pervivencia de una organización pequeña que ha sido criminalizada y represaliada buscando la desmoralización, el miedo y la asfixia económica.
Las mujeres hemos sido las grandes invisibles en el mundo agrario, trabajadoras sin derechos ni reconocimiento. Existen diferencias entre Norte y Sur, y también existen enormes diferencias entre las mujeres que habitan en la ciudad y quienes lo hacen en el medio rural. Las mujeres siempre vamos acumulando desigualdades que se suman y nos sitúan en desventaja respecto de nuestros propios compañeros. Ante un contexto de crisis, de falta de oportunidades en el empleo, las mujeres tenemos aún más dificultades para acceder al trabajo en el campo, porque se dará prioridad al hombre. Ante empleos iguales, seguimos soportando una brecha salarial injusta. La doble jornada sigue siendo una tarea pendiente, los cuidados, las tareas en el ámbito doméstico, etc. es aún más palpable entre las mujeres campesinas y jornaleras. Pero es que, además, el acceso a la tierra, la titularidad de la misma, siguen siendo cosa de hombres. Hay una gran trabajo por hacer en este sentido. Aún en el s. XXI seguimos siendo las olvidadas y las invisibles que alimentan y sostienen el mundo.
“LVC puso en el debate político la necesidad de un modelo agrícola sostenible”
LVC puso en el debate político la necesidad de un modelo agrícola sostenible, una lucha incansable contra las privatizaciones del agua, la energía, la biodiversidad, la tierra, las semillas, los recursos genéticos…
Desde LVC se lucha contra los transgénicos y la prohibición del intercambio de semillas. Se apuesta por la agroecología, en definitiva, por la producción campesina y por la soberanía alimentaria.
“El feminismo campesino y popular lo estamos construyendo día a día con nuestras luchas”
Desde un primer momento, se vio la necesidad de visibilizarnos, las mujeres no podíamos jugar de nuevo un papel secundario como en muchas organizaciones, no podíamos dejar de nuevo que nos robaran la palabra y fuesen los hombres los que mayoritariamente representaran la voz de los campesinos y campesinas, de los migrantes, de los sin tierra. Exigimos tener representación en cada foro, debate, reunión, etc. Exigimos paridad en las mesas, en los órganos. Está claro que LVC es un movimiento que reconoce la completa igualdad y valor tanto de hombres y mujeres.
Vimos importante y necesario tener nuestros propias asambleas de mujeres, donde sin miedo se pudiese participar. Muchas mujeres no hablaban igual en las asambleas y conferencias, además necesitábamos tener una agenda propia donde hacer campañas contra la violencia machista, formación y construir un feminismo campesino y popular.
Los jóvenes se sentían, al igual que las mujeres, con la necesidad de organizarse y debatir sus problemas concretos a la vez que construían su propia agenda, por lo que en cada conferencia de la Vía Campesina, antes hay asamblea de jóvenes y de mujeres, para posteriormente llevar las conclusiones a la asamblea general.
Debemos impulsar y desarrollar amplios debates sobre nuestra valorización e identidades de mujeres en el campo. La lucha contra la violencia hacia las mujeres debe ser una prioridad central de nuestro movimiento.
El feminismo se ha dado siempre en las ciudades y desde las universidades, y las mujeres de Vía Campesina vimos la necesidad de construir una reflexión sobre lo que algunas se atrevieron a llamar feminismo campesino y popular. Partimos de un análisis de la realidad actual del campo, de la lucha común que nos identifica.
Queremos recuperar la memoria y la lucha de muchas compañeras que lucharon por nuestros derechos y han sido invisibilizadas. En definitiva, el feminismo campesino y popular lo estamos construyendo día a día con nuestras luchas
En la articulación de jóvenes, acordaron construir una plataforma política integral sobre ecología como pilar en la construcción de la soberania alimentaria. Los jóvenes deben estar representados en todos los organos de LVC, al igual de la creación de una secretaria de la juventud.
“Hay sindicatos que están jugando un papel nefasto en la lucha por la soberanía alimentaria”
Existen privilegios y privilegiados que no están dispuestos a renunciar a lucrarse con la esquilmación de la tierra y los recursos naturales, y quienes luchan por cambiar esto reciben como respuesta la peor de las violencias. El agua, la tierra, los recursos naturales son esenciales para la vida. Vivimos en un sistema capitalista que ha mercantilizado todo y donde a todo se le ha puesto un precio. Controlar el agua, las semillas, la tierra… es controlar la vida en el mundo y poner la misma al servicio de una élite que la utiliza en su afán sin límites de ganar dinero. Quienes luchan por que los bienes comunes sigan siendo algo que no pertenece a nadie, sino que están al servicio de los pueblos y de la vida y que es necesario cuidar y mantener por nuestra supervivencia y por las de las generaciones futuras, están enfrentando la peor de las batallas y poniendo en riesgo su vida. La solidaridad internacional, la lucha colectiva, la difusión, el apoyo, el replicar las experiencias en otros territorios se hace fundamental. La crisis social, ambiental y humanitaria que padecemos sólo es posible combatirla unidos y unidas. La defensa de los bienes comunes es una cuestión de supervivencia del propio planeta.
El problema es que quienes están en las instituciones gobiernan y legislan para intereses muy concretos. No parece casualidad que Miguel Arias Cañete fuese quien negociara la PAC en favor de grandes terratenientes, sin ningún beneficio para los pequeños campesinos que son quienes cultivan realmente la tierra, crean riqueza y generan empleo. Al final las instituciones son un elemento más de este sistema capitalista, puestas al servicio de sus intereses y es difícil plantear cambios que vayan a la raíz de los problemas desde ahí. Darle la vuelta a esto y plantear un cambio radical del sistema productivo no se hace sólo desde la institución. Se necesitan organizaciones sociales y sindicales fuertes que empujen en el mismo sentido y hagan presión social para que las cosas cambien. La voluntad política sólo se cambia cuando se trabaja de la mano desde las instituciones y con fuerza social en las calles.
“Controlar el agua, las semillas, la tierra… es controlar la vida”
Hay sindicatos que están jugando un papel nefasto en la lucha por la soberanía alimentaria, apoyando las políticas neoliberales, defendiendo un modelo productivo que termina con los recursos naturales, que son insostenibles medioambiental y socialmente, apoyan los tratados de libre comercio… Organizaciones que defienden un modelo agroindustrial intensivo. No están movilizándose ante la privatización total de nuestros bienes comunes.
Sin embargo, hay sindicatos que sin trabajar en el sector primario, se solidarizan con organizaciones que están luchando y están siendo represaliadas por esta lucha. Vivimos en un mundo globalizado, todos somos consumidores, tenemos un poder enorme en presionar en qué modelo de agricultura apoyamos, la soberanía alimentaria es una responsabilidad de todos, productores y consumidores.
Tenemos un ejemplo de cómo la unidad es fundamental a la hora de movilizarnos: las marchas de la Dignidad fueron un ejemplo de esa unidad, conseguimos unificar nuestras reivindicaciones, la lucha por la tierra, contra la precariedad, por pensiones dignas, contra el paro, por una vivienda digna, etc.
La soberanía alimentaria tiene un papel importantísimo. Un pueblo que garantiza una alimentación suficiente, sana, a su población, es un pueblo que no depende de nadie, que no le pueden imponer desde otros lugares modelos productivos que solo benefician a unos pocos a costa de la explotación y exclusión de la mayoría social.
Esta claro que hoy la política alimentaria esta diseñada para que grandes multinacionales se beneficien a costa de esquilmar todos nuestros recursos. Vivimos en un mundo con recursos finitos, una tierra que nos facilita la vida y poder alimentarnos y que debemos cuidar para las generaciones futuras y eso es algo que ninguna empresa capitalista va a hacer. No se hacen políticas públicas en ese sentido, al contrario, se les facilita esa sobreexplotacion y empezamos a sufrir las consecuencias. El cambio climático, que nadie se toma lo suficientemente en serio, y que sin embargo ya empezamos a ver con claridad, es una llamada de atención que nos señala que se hace urgente tomar medidas. La soberanía alimentaria es un medio y un fin.