Ekaitz Cancela | Periodista
Sindicatos radicales, tecnologías contrahegemónicas y emancipación del trabajo
Si miráramos con perspectiva los enormes cambios que han tenido lugar en la estructura económica durante la última década, probablemente la conclusión pareciera poco halagüeña: la posición de los trabajadores ha retrocedido considerablemente en el terreno político inaugurado por la llegada de las tecnologías a las nuevas fábricas. La automatización de los procesos productivos, y el consiguiente reemplazo de la mano de obra; el fomento de la división algorítmica del trabajo mediante una depurada forma de taylorismo digital, así como la creación de un enorme ejército industrial de reserva, facilitado por la capacidad de escala de las plataformas en línea, forma parte de la artillería que los propietarios de los medios de producción han desplegado para decantar de su lado la lucha de clases en la era digital. No obstante, al contrario de como un sujeto pasivo, el cual debe adaptarse a la dirección que ha tomado la revolución industrial o rendirse ante un suceso irrevocable, las estrategias de organización y resistencia cobran importancia con la llegada de los algoritmos. ¿Cómo imaginar las alternativas y orquestar el trabajo, así como otras relaciones distintas a las productivas, de manera distinta al mercado mediante el uso de tecnologías contrahegemónicas?
En primer lugar, debemos comprender que la tecnología es una herramienta de supervivencia para los capitalistas. En un momento de inestabilidad en el sistema global y de enorme competencia, las empresas utilizan las herramientas digitales a su alcance para bloquear las demandas que exigen mejoras en la condiciones laborales y amenazan con aumentar los costes operativos. El cierre de Deliveroo en el Estado español debiera devolvernos una certeza y una esperanza: no hay alternativa al socialismo. Ciertamente, explotar las brechas del sistema hasta trascenderlo es la única opción en este momento de coyuntura, donde muchas firmas en la economía digital apenas experimentan beneficios y no existen previsiones de mejoras significativas en derechos laborales en el horizonte a largo plazo.
La tecnología es una herramienta de supervivencia para los capitalistas
En segundo lugar, la centralidad que han adquirido las plataformas en la composición de la clase social determinan el momento político de lucha contra el capital: los trabajadores más cualificados de nuestro tiempo (programadores, desarrolladores o científicos de datos) son quienes diseñan las infraestructuras que explotan a los menos cualificados (repartidores, conductores, telefonistas, etc.). Esta realidad ofrece visos para imaginar cómo puede ser la solidaridad y alianza entre clases, las estrategias colectivas e internacionalizar las luchas, empleando las tecnologías digitales como palanca.
Como señalan los estudios marxistas más recientes1, las luchas de clases y las huelgas deben hacer uso de las plataformas digitales como medio de organización, movilización y comunicación. A este respecto, las distintas experiencias entre los trabajadores de plataformas en las ciudades vascas y globales muestran que las huelgas también pueden extenderse hacia el mundo virtual para interrumpir la producción de valor en las plataformas digitales y ejercer cierta capacidad de negociación colectiva2. No obstante, si la mayoría de los trabajadores sólo posee una computadora, un móvil o como mucho una bicicleta como medio de producción, ¿dónde está el poder?
La respuesta vulgar suele indicar que los sindicatos deben proporcionar lugares de coworking de forma gratuita para que los trabajadores digitales se unan y crear así espacios sociales o puntos desde los que tejer la organización sindical. En la sociedad digital, los sindicatos pueden adquirir formas más radicales para alinear los intereses de las cooperativas de plataformas, los proyectos para fomentar los bienes comunes digitales, experimentar con plataformas de Internet diseñadas para primar servicio público e imaginar utopías digitales concretas que apuntan más allá del llamado capital digital.
Las luchas de clases y las huelgas deben hacer uso de las plataformas digitales como medio de organización, movilización y comunicación
A este respecto, los sindicatos podrían trabajar con desarrolladores y programadores para colectivizar los medios de producción del siglo XXI. Esta labor de coordinación social es más importante que nunca antes en la historia porque puede realizarse fácilmente mediante el diseño y desarrollo de plataformas abiertas o gratuitas. Por ejemplo, el software de Coopcycle capacita a los repartidores y, en general, a los trabajadores gracias a un código de libre acceso, que usa licencia Copyleft, y que sólo pueden utilizar compañías con una ética sólida, es decir, aquellas que adoptan un modelo cooperativo al emplear a sus trabajadores y se ajustan a la definición de actores de la economía social tal como la establece la Unión Europea. Básicamente, estas iniciativas permiten avanzar en un imaginario político contrario al de las plataformas capitalistas. En lugar de un mecanismo para automatizar la desregulación laboral, los derechos quedan garantizados en el mismo diseño del algoritmo.
Resulta crucial que estos experimentos tengan lugar desde la solidaridad y el altruismo entre los sectores que más han sufrido las lógicas de la economía de plataforma. De lo contrario, una cultura sindical más corporativista desarrollará estas plataformas pensando solamente en sus afiliados, evitará relaciones más estratégicas entre la inteligencia técnica y estructura social o se centrará en meras medidas regulatorias (cumplir con la legislación de privacidad como herramienta jurídica de claridad en las condiciones de plataformas de trabajo online3). La idea de fondo debe ser escalar las mejores soluciones para los problemas de los trabajadores y transformar progresivamente las relaciones de propiedad.
Explotar las brechas del sistema hasta trascenderlo es la única opción en este momento de coyuntura
En este sentido, los roles principales que tienen los sindicatos radicales en la era tecnológica para pensar en la utopía de emanciparse alegremente del trabajo parecen claros. De un lado, la necesidad de tensionar los resortes del Estado para que sea esta institución quien financie el desarrollo de softwares abiertos cuyo diseño contenga altos estándares laborales. El crowdfunding reciente de las Kellys para crear una plataforma con los hoteles que respetan los derechos laborales no deja de ser urgente y necesario, pero también es una iniciativa individual incapaz de conectar las luchas colectivas de manera más amplia en una misma plataforma. Y esto es así porque, además de impulsar una legislación contra las plataformas insuficiente y temerosa, el Gobierno prefiere no intervenir mucho en la economía y limitarse a la auditoría de los algoritmos.
Cabría argumentar también que esta batalla es bastante más estratégica que las iniciativas para regular las plataformas capitalistas. Obviando que es casi imposible abrir esos códigos, las propuestas políticas reformistas no evitan que el trabajo deba adaptarse a métodos cibernéticos de organización laboral tiránicos. Del mismo modo, problematizar las plataformas en términos de propiedad y ofrecer soluciones público de código abierto permite ganar terreno a los discursos más conservadores que abogan por la humanización del capital mediante propuestas de regulación algorítmica.
Por otro lado, las organizaciones sindicales deberían reflexionar sobre cómo trabajar de manera estrecha con las economías circulares en territorios autóctonos. Ciertamente, de nada sirven las tecnologías contrahegemónicas si terminan conectando a los trabajadores con otras empresas del capital global. En este sentido, el rol del agente sindical también debe ser la negociación con los comerciantes locales para que empleen dichas plataformas y la garantía de una buena coordinación económica. Lo mismo es aplicable para otros espacios de encuentro entre la inteligencia técnica y otros antiguos trabajos que pueden beneficiarse de la digitalización a la socialista de la economía.
Los sindicatos podrían trabajar con desarrolladores y programadores para colectivizar los medios de producción del siglo XXI
Las intervenciones políticas en ambos frentes darían lugar a experimentos alternativos y permitirían imaginar nuevas estrategias y métodos de lucha en el capitalismo tecnológico. Una vez se entienda que los trabajadores en el mundo virtual realizan actividades que van mucho más allá del concepto de producción, entonces pueden emerger formas no capitalistas de organizar las relaciones sociales. Por ejemplo, los desarrolladores pueden encontrar soluciones creativas a los problemas de muchos oficios sin necesidad de seguir el diseño explotador de las grandes firmas tecnológicas, las cuales refuerzan la idea del mercado como institución central y llevan a su última expresión el intercambio de los trabajadores como meras mercancías. Asimismo, los datos que generan las personas pueden tener usos muy distintos a la concentración corporativa. En su lugar pueden democratizarse y servir para planificar la producción y el consumo. Las estructuras sociales locales tendrían acceso a las infraestructuras resultantes, en lugar de tener que pagar enormes sumas a Google, Amazon y Microsoft para poder procesar grandes volúmenes de datos y tomar decisiones. En una sociedad donde buena parte de los procesos laborales están orientados a solucionar problemas o necesidades existentes, el sindicalista garantiza espacios, marcos laborales más flexibles a los existentes en la fábrica y apoya la coordinación de la economía de maneras contrarias al mercado.
Los datos pueden democratizarse y servir para planificar la producción y el consumo XXI
En efecto, la línea entre qué es trabajo productivo o no resulta cada vez más difusa, pero los sindicatos pueden trabajar en la creación de formas de valor para la comunidad distintas a la del valor de cambio. De hecho, estas organizaciones debieran trabajar para institucionalizar todos los descubrimientos, soluciones y formas de aprovechar el intelecto colectivo que el mercado desperdicia debido a su foco unidimensional en la monetización. La emancipación del trabajo vendrá cuando hayamos alcanzado un grado de coordinación tal que todas estas tecnologías y protocolos se encuentren recogidos en una suerte de fábrica digital que haya transformado el paradigma del trabajo capitalista presente desde su nacimiento. Los sindicatos tienen un papel importante en este camino.
Notas
1 https://www.triple-c.at/index.php/tripleC/article/view/1233 |Volver
2 Las luchas laborales por un salario justo ahora también están vinculadas con la necesidad de “desempaquetar” el proceso de cálculo opaco que producen las tarifas de entrega de un repartidor. Esto pudo verse cuando un pequeño grupo de activistas decidió desafiar el poder de mercado de Deliveroo en Berlín. Lo hicieron mediante el diseño de su propio algoritmo, con el cual buscaron una suerte de ‘ingeniería inversa’ o, al menos, atacar la asimetría de información que provoca el algoritmo de precios de entregas de la empresa con respecto a los empleados. El hackeo de las plataformas urbanas como elemento para desafiar las narrativas urbanas jerárquicas, la optimización de recursos y la idea de la mano de obra como un vector hegemónico en la ciudad también se ha llevado a cabo en Edimburgo. En este caso, los trabajadores utilizaron la estrategia señalada para negociar de manera directa con la plataformas, rechazar las directrices algorítmicas y mantenerse a salvo mientras trabajan en determinadas zonas de la ciudad, a las cuales las plataforma les impulsa para aumentar la rentabilidad sin tener en cuenta ningún otro criterio.|Volver
3 https://www.etui.org/publications/using-gdpr-improve-legal-clarity-and-working-conditions-digital-labour-platforms|Volver