Primavera roja
Imanol Karrera
Portavoz de LAB Nafarroa
En los últimos días, en distintas entrevistas me han preguntado sobre mis palabras desde el quiosco de la plaza del Castillo en la Huelga General del 30 de enero. En ellas, advertía de una “primavera roja” si Gobierno y patronal no atendían positivamente a las reivindicaciones de la Carta Social.
Evidentemente dicha “primavera roja” no pudo ser ya que la clase trabajadora se encontraba bajo confinamiento domiciliario. Un confinamiento, dicho sea de paso, como tantas otras cosas en esta pandemia, a la medida del capital y las exigencias de los empresarios, y como siempre, por encima de nuestra salud.
Un confinamiento, como tantas otras cosas en esta pandemia, a la medida del capital y las exigencias de los empresarios, y como siempre, por encima de nuestra salud.
Todavía recuerdo mis palabras en una plaza el Castillo que siempre se presenta especial cuando acoge una Huelga General. Yo llegué acelerado desde el piquete y la columna de Antsoain. Esta forma de tomar el pulso a la huelga y mantenerme activo me ayudó, sin duda, a calmar mis nervios. Como toda noche previa a una Huelga General conciliar el sueño no resulta fácil, mucho menos al pensar que, por primera vez, al día siguiente me tenía que dirigir a una plaza abarrotada desde el histórico quiosco de la plaza del Castillo, ante miles de trabajadoras, jóvenes y estudiantes, migrantes y pensionistas, todas ellas movilizadas y en huelga en favor de un trabajo, pensión y vida dignas.
Evidentemente, sin saberlo y con la ventaja que siempre te da hablar a posteriori, un breve espacio de tiempo y una pandemia a nivel mundial, nos ha confirmado que, tal y como advertíamos, el sistema capitalista pone en riesgo nuestras vidas y la del planeta, negándonos un trabajo digno, condenándonos a la miseria y dejándonos sin futuro. En mi opinión, hoy podemos decir que aquella huelga fue la primera respuesta a esta sindemia (la enfermedad que sufrimos no es sólo es el Covid-19, el capitalismo es el verdadero virus que padecemos las trabajadoras). Su carácter ofensivo, la lógica de sus reivindicaciones y la fuerza activada tienen que ser la base de la respuesta e iniciativa que nos tiene que llevar a aprovechar esta oportunidad, avanzar en el cambio social.
Después de casi once meses, todavía inmersos en el centro de una pandemia y sufriendo ya las consecuencias de la enésima crisis capitalista, podemos decir que la clase trabajadora esta en marcha. De septiembre a esta parte, en lo que al ámbito sindical se refiere, el número de movilizaciones y luchas activas no hace sino crecer, dejando atrás un noviembre mucho más que intenso, siendo en ocasiones imposible seguir el ritmo de la apretada agenda movilizadora.
Sólo sacando las reivindicaciones a la calle éstas tienen su sitio en la agenda política e institucional
Manifestaciones por unos presupuestos sociales, para denunciar la precariedad y el desempleo juvenil. Movilizaciones en educación, osasunbidea (con las cada vez más numerosas concentraciones en defensa de los centros de salud), también del resto de las trabajadoras de la administración, así como de las trabajadoras de residencias, de limpiezas y comedores escolares, … marcan el pulso de la lucha en favor de un trabajo digno.
Pero de entre todas ellas, destacaría la lucha, movilizaciones y huelga de cientos de trabajadoras del sector de Intervención Social. Su fuerza, ganas de lucha, empoderamiento y determinación de seguir adelante hasta conseguir el objetivo histórico de lograr el primer convenio del sector en Navarra. Nos están demostrando que organizarse, movilizarse, luchar, e ir a la huelga merece la pena. Que sólo sacando las reivindicaciones a la calle éstas tienen su sitio en la agenda política e institucional. Además, en una clara muestra de solidaridad de clase, su lucha tiene un carácter general, porque más allá de la defensa de su condiciones de trabajo, plantea la defensa de unos servicios sociales dignos para todas.
“Primavera roja” hacía referencia a la necesidad de abrir un ciclo intenso de movilizaciones sectoriales y generales, de luchas y huelgas en los centros de trabajo para dar pasos efectivos en nuestras reivindicaciones, obtener victorias. Y hoy, con la misma vigencia y necesidad significa que en los próximos meses debemos llenar las calles de forma masiva, de dignidad, en favor de tres prioridades fundamentales: repartir la riqueza, garantizar todos los derechos y desarrollar los servicios públicos. La clase trabajadora en su conjunto nos pide unidad para dar respuesta a las agresiones que sufre y para canalizar sus necesidades e iniciativas.
La clase trabajadora en su conjunto nos pide unidad para dar respuesta a las agresiones que sufre y para canalizar sus necesidades e iniciativas.
En mi opinión, nuestra oferta movilizadora tiene que dar lugar a una simbiosis entre la lucha sindical y la lucha social. Es momento de acordar dinámicas de huelgas y movilizaciones ejemplares de carácter conjunto entre organizaciones sindicales y colectivos sociales, desarrollar una ofensiva socio-sindical que condicione y cambie las políticas públicas en la dirección clara de avanzar hacia el cambio social que necesita y exige la clase trabajadora. Si nos ponemos manos a la obra y actuamos unidas para llevarlo a la práctica existe la oportunidad de alcanzar victorias colectivas.
Las convocatorias de huelga unilaterales y con claros intereses corporativos, como la realizada recientemente en el sector de residencias sin el conocimiento de las trabajadoras, van en la dirección contraria. No es momento de patrimonializar luchas, de imponer agendas particulares a través de dinámicas excluyentes que satisfacen y priorizan intereses propios. La falta de unión, la exclusión debilitan las luchas. A algunos les cuesta entender que autonomía no es que el resto hagan lo que tu digas, eso responde a un esquema del pasado ya inaceptable. Los cuidados no solo se reivindican, también se practican.
Por otro lado, cualquier ofensiva socio-sindical además de caracterizarse por la unidad de acción, tiene que tener como objetivo el cambio político, transformar la correlación de fuerzas que impide un cambio social profundo. En este sentido, el anteproyecto de presupuestos del Gobierno de Navarra, y el posterior acuerdo con EH Bildu son, ni más ni menos, el reflejo de la actual correlación de fuerzas existente en Navarra y sus límites. Quienes impiden hoy cualquier posibilidad de llevar a cabo una reforma fiscal en términos de justicia social son la derecha, los empresarios y los partidos PSN, Geroa Bai y Podemos que componen el actual Gobierno de Navarra. De manera interesada elevar a la cuarta fuerza del parlamento a partido de gobierno para poder así repartir la responsabilidad entre todos los partidos y no dejar a otros demasiado en evidencia resulta preocupante. A simple vista pudiera parecer que quienes acusan al resto de falta de autonomía no la tuvieran para no molestar al eje PNV – Geroa Bai. Esta manera de actuar no cuestiona la actual correlación fuerzas y por tanto, mantiene la actual que limita sobremanera el ritmo y la profundidad de avanzar hacia el cambio social.
El proceso de deconstrucción del Régimen debe continuar para >evitar que las élites capitalistas, conservadoras y unionistas sigan imponiendo este sistema capitalista.
Gracias a la activación de un ciclo de protesta y democratización, a la articulación de una hegemonía alternativa al Régimen conseguimos apartarlo de las principales instituciones navarras. Este hecho abrió la posibilidad a cambiar la actual correlación de fuerzas en todos los ámbitos (político, económico y social) y avanzar. El proceso de deconstrucción del Régimen debe continuar para evitar que las élites capitalistas, conservadoras y unionistas sigan imponiendo este sistema capitalista y la lógica de sus negocios por encima de nuestras vidas, de nuestro derecho a decidir el modelo económico, político y social que queremos para Navarra.
Cambiar la correlación de fuerzas en favor de los intereses de la clase trabajadora, de la mayoría social es fundamental para que esta crisis la pague el capital. Lograr el cambio político, la capacidad de decisión sobre nuestro futuro es imprescindible para alcanzar el cambio social que buscamos. Y eso pasa por abrir un nuevo ciclo de protesta y democratización, por articular una nueva hegemonía sobre tres reivindicaciones básicas y universales: el reparto de la riqueza, la garantía de todos los derechos y el desarrollo de los servicios públicos. Pasa por primaveras, veranos, otoños e inviernos rojos.