Luci Cavallero

Sindicalismo feminista

Luci Cavallero  Activista feminista en Abya Yala

Luci Cavallero es Dra. en Ciencias Sociales e investigadora de la Universidad de Buenos Aires y docente de la Maestría de Géneros de la Universidad Tres de Febrero. Además de co-autora de diversas publicaciones como La Casa como Laboratorio, Una lectura feminista de la deuda y la Internacional Feminista; es una militante y activista del movimiento Ni una menos y una de las artesanas del Paro feminista y de múltiples procesos que al calor de este acontecimiento se van tejiendo en Abya Yala. En este artículo, nos lanza pistas potentes que al tiempo nos ayudan a seguir repensando nuestra praxis sindical feminista, nos acercan a la próxima huelga feminista general en Euskal Herria.

 

Politizar la reproducción

La politización de la reproducción social no es posible sin alianzas que, a mi modo de ver, se producen de varias maneras. Al tiempo que, desbordando con el lenguaje y la metodología feminista conflictos estratégicos en el terreno de la reproducción social tal y como ha sucedido en Argentina cuando situamos una lectura feminista que ha cuestionado las visiones hegemónicas en torno a la deuda externa, la vivienda o las pensiones. Impulsando iniciativas propias desde las colectivas feministas que relanzan la agenda del movimiento, potenciando complicidades estratégicas con multiplicidad de actoras involucradas en esos conflictos. Y, tejiendo confluencias transversales capaces de convocar sindicatos, movimientos indígenas, estudiantiles, gremios de mujeres campesinas, trabajadoras de la economía popular, trabajadoras sexuales, entre otras; para producir iniciativas comunes como ha sido la huelga feminista del 2018 que se impulsó desde Argentina que, de alguna manera, prefiguró un nuevo escenario y condición de posibilidad para instalar un nuevo interrogante radicalmente subversiva, que (nos) cuestiona qué es estar en conflicto con el capital. Así, esta pregunta que se convirtió en algo así como una hipótesis de trabajo, con la que se abría cada asamblea evitando además que se dé por contestada con la forma más clásica (y fácil) “solo están en conflicto con el capital quiénes tienen trabajo registrado”.


En ese sentido, ha sido fundamental la presencia de las trabajadoras de la economía popular en las distintas instancias organizativas, porque ha sido lo que ha permitido que la agencia sindical empiece por las “últimas”. Es decir, por quienes hasta ese no eran reconocidas como sujetas trabajadoras, como ser las trabajadoras del hogar y/o de las trabajadoras comunitarias. De esta forma, son esas instancias de organización transversal, que se dieron por fuera de las orgánicas sindicales, las que han permitido redefinir la agenda sindical y feminista.

La sinergia feminista y sindical funcionó como un antídoto contra el intento de gobiernos neoliberales por recortar la agenda feminista de su contenido de clase


Otra de las novedades más importantes para nuestro Colectivo, Ni una Menos, es el modo en que los sindicatos tomaron de manera transversal el reclamo contra la deuda externa que impulsamos tanto para las huelgas internacionales como para el 3 de Junio que desde 2015, que es el día de NI UNA MENOS. Un ejemplo de esto, ha sido que para la marcha NiUnaMenos del 4 de junio de 2018, distintos sindicatos se apropiaron de la consigna “Vivas, Libres y Desendeudadas Nos Queremos” para hacer sus convocatorias produciendo un desplazamiento en el modo de definir el conflicto sindical al menos en dos sentidos: el reclamo por el desendeudamiento incluyó las deudas domésticas y se vinculó con la falta de autonomía, como una máquina de obediencia que pone a mujeres, lesbianas, travestis y trans en condiciones de mayor vulnerabilidad ante la violencia machista.

 

Derivas de la confluencia sindical - feminista

A su vez, la confluencia sindical junto con el movimiento feminista tuvo después de los paros internacionales dos instancias importantes de intervención articulada: la Ley de “paridad” y las moratorias jubilatorias, dos reformas propuestas por el FMI con el discurso neoliberal de género.
La primera de ellas, en 2018, confrontó un proyecto del gobierno que, bajo la apariencia de una propuesta de “Ley de Equidad en los sindicatos”, lanzaba una “reforma laboral encubierta”. Así lo denunciaron las mujeres sindicalistas, advirtiendo que además esa iniciativa pretendía otorgarle al gobierno la posibilidad de intervenir en los sindicatos1.


Se trataba de un intento de traducir en clave neoliberal las demandas del movimiento feminista. Aquí, las sindicalistas presentaron un proyecto alternativo consensuado con todas las centrales sindicales y en alianza con el movimiento feminista que, incluso, fue parte de la exposición en el Congreso de la Nación. Como producto de esta articulación se logró que el ejecutivo retirara este proyecto de Ley. La consigna que se utilizó fue “No es nuestro nombre”. No fue un dato menor la fecha en que el Ejecutivo trasladó al Congreso el proyecto de reforma de esta Ley: un día después del 8 de marzo de 2018.
Aquí, hay también una pista muy importante: la sinergia feminista y sindical funcionó como un antídoto contra el intento de gobiernos neoliberales, de corporaciones y de organismos internacionales de crédito por recortar la agenda feminista de su contenido de clase y de traducirla en leyes que atentan contra la autonomía sindical y las herramientas de organización colectiva de las y los trabajadores.


Así, este debate se renovó cuando se intentó “lavar” las agendas del Fondo Monetario Internacional con la agenda de género. El tipo de agendas desplegadas por el movimiento feminista en Argentina incluye, gracias a la alianza sindical feminista, una denuncia contra la precarización laboral y contra las leyes de ajuste de la seguridad social y de flexibilización laboral impulsadas por las políticas de austeridad.


Un segundo momento de esta confluencia fue en 2019, con la confrontación de la iniciativa del gobierno de Mauricio Macri de dar de baja las moratorias previsionales2 que permitían jubilarse a las mujeres que, habiendo trabajado en sus casas o de manera informal, no accedían a un beneficio previsional. El gobierno se proponía aumentar la edad jubilatoria a 65 años y dar de baja el beneficio de las moratorias, cumpliendo con una exigencia del Fondo Monetario Internacional.


En ocasión de esa medida, se armó una confluencia de todas las centrales y del movimiento feminista3. Para esas actividades, desde el Colectivo Ni Una Menos se acuñó la consigna “Los aportes que nos faltan los tiene el patriarcado”, evidenciando el origen estructural de esa falta de aportes para ciertas trabajadoras.


Se logró evidenciar así que el recorte de derechos a jubilaciones especialmente destinadas a mujeres, recaía especialmente sobre a aquellas que habían realizado durante toda su vida trabajo no remunerado o mal pagado y/o con patrones que no se responsabilizaron por esos aportes, como un recorte-castigo: un intento de disciplinamiento junto al ajuste económico.

La alianza entre sindicalismo y feminismo permitió que el movimiento sindical proponga el reconocimiento del trabajo “no reconocido” como prioridad de la agenda laboral


Es esta unidad en la acción sindical-feminista, defendida por el campo de fuerzas abierto por la movilización colectiva, tramada especialmente al calor del proceso político de las huelgas, la que visibilizó y valorizó los trabajos reproductivos, de cuidado y atención, al mismo tiempo que denunció la brecha salarial que se sustenta en la división sexual del trabajo.


Por ello, la alianza entre sindicalismo y feminismo permitió que el movimiento sindical proponga, bajo la consigna #NiUnaJubiladaMenos, el reconocimiento del trabajo “no reconocido” como prioridad de la agenda laboral con forma también retroactiva.


Podemos decir que este eslogan es otra declinación de #TrabajadorasSomosTodas que amplió tanto lo que se entiende por trabajo como la capacidad de disputar remuneración y reconocimiento del histórico trabajo feminizado no-pagado o mal pagado en el reclamo de jubilación para todas.

 

Sacudir las orgánicas patriarcales para construir un nuevo sindicalismo

Las limitaciones de la alianza sindical feminista pueden ser, por momentos, que las orgánicas patriarcales de los sindicatos puedan generar un estado de inmovilidad o bien puedan quebrar de cierta forma, alianzas feministas que se hacen más allá de los liderazgos masculinos. O que no se logre jerarquizar las demandas feministas y que se caiga en una agenda que subalternice otras formas de trabajo que no son las registradas y remuneradas.
Sin embargo, a mi modo de ver, a 7 años del Primer Paro Nacional Feminista la confluencia sindical- feminista ha sido de lo más importante que hemos logrado en términos de darle un contenido de clase a la agenda feminista y de redefinir la agenda sindical (priorizando demandas de las trabajadoras domésticas, de las jubiladas y de las trabajadoras de la economía popular) y también en términos de la experimentación de formas orgánicas.
Otro ejemplo elocuente de esta repolitización de la reproducción social a través de alianzas estratégicas lo hemos hecho con el Sindicato de Inquilinos de Buenos Aires para, por ejemplo, denunciar la situación de crisis habitacional que se dio durante la pandemia. Esto nos ha permitido, por ejemplo, poder darle un lenguaje feminista a la lucha por la vivienda y resaltar que cuando el poder inmobiliario no se regula a las primeras afectadas son las mujeres, lesbianas, maricas y personas travestis-trans.


Al mismo tiempo, hemos incluido la pregunta por el endeudamiento en la Encuesta del Sindicato de Inquilinos cruzando ambas problemáticas y resaltando el carácter feminizado del mismo. Una de las consignas que utilizamos fue “La casa no puede ser un lugar de violencia machista ni de especulación inmobiliaria”.


En conclusión, a mi modo de ver una de las singularidades de este momento histórico es que las movilizaciones feministas han politizado la reproducción social, evidenciando los múltiples despojos que el neoliberalismo ha producido y que han significado una mayor explotación de las mujeres y cuerpos feminizados. De allí que resulta una tarea fundamental comprender cómo esta politización estratégica, se ha convertido en nuevas maneras, de pensar y de hacer, sindicalismo. Una necesaria revitalización y ampliación de lo que hasta ahora se ha entendido como “sindicalismo”... Un nuevo sindicalismo que politice seriamente las cuestiones vinculadas con la reproducción de la vida.

Oharrak

1 http://latfem.org/las-mujeres-sindicalistas-contra-la-reforma-laboral/ | Volver

2 Las personas trabajadoras que reúnan los requisitos de edad pero no el tiempo mínimo cotizado, a travéz de estas moratorias previsionales, pueden adherir a una moratoria que les permite completar los años de aportes faltantes. | Volver

3 http://www.el1digital.com.ar/articulo/view/83108/mujeres-sindicalistas-e-integrantes-de-movimientos-sociales-se-suman-a-la-marcha-para-que-no-termine-la-moratoria-jubilatoria | Volver

Luci Cavallero
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