Josefina Roco
«Tenemos que asumir los cuidados como una responsabilidad colectiva, como un derecho»
Nos ha hablado de la crisis de los cuidados, algo que ha existido siempre y que con la crisis del coronavirus se ha agravado y se ha profundizado en la situación de vulnerabilidad de muchas mujeres.
¿Qué escenario se ha creado con la gestión de esta crisis?
Es complejo definir con palabras un escenario tan dinámico, tan en movimiento del cual todavía buena parte de los elementos que lo están constituyendo están en disputa, no se terminan del todo de configurar.
Por un lado, no sabemos hasta qué punto se han evidenciado las carencias del sistema socioeconómico en el que vivimos: un sistema profundamente desigual y desigualitario, injusto, atravesado por un montón de violencias que operan a diferentes niveles. O si realmente se ha evidenciado lo fuerte que es en ese sentido el sistema. Lo que sí queda claro es que las entrañas de este engranaje han quedado desveladas. Como sociedades hemos quedado expuestas a fuertes niveles de vulnerabilidad. Es un sistema que se ha jactado de ser autosuficiente, todopoderoso, acumulador, competitivo e individualista. Se ha puesto en evidencia de que si no reconocemos, abordamos y asumimos las relaciones en clave de interdependencia horizontal, no vamos a poder seguir funcionando. Se han puesto en evidencia la fragilidad y la sostenibilidad de casi todas las esferas de nuestra vida cotidiana. No podemos seguir tal y como estamos funcionando, y eso ha quedado claro. La mentira de la autosuficiencia ha quedado a la vista.
Esa autosuficiencia que se ha construido sobre la base de muchos mecanismos de desigualdad entre las personas empobrecidas y enriquecidas, sobre saqueos de explotación, sobre la colonización. No sólo en clave de clases sociales, sino también de pueblos y de territorios. Esa interdependencia tiene que ser redefinida.
El escenario que se ha creado no es un escenario nuevo. Buena parte de los elementos que emergen, que estaban sumergidos pero que emergen, ya se venían denunciando y alertando desde los feminismos, desde los aportes feministas a la economía, de diferentes movimientos y organizaciones sociales. Lo que sí es nuevo es qué respuesta se le da a esta situación de aparente fragilidad del sistema, donde desde occidente se están abriendo grietas en diferentes ámbitos como pueden ser la gestión de lo común o la salud, la educación, los cuidados o los alimentos. Puede ser un escenario de transformación emancipadora o puede ser un escenario de reconfiguración del poder, depende de qué tipo de arreglos se den a esta situación de crisis va a depender la salida de la situación. Para mí es importante preveerlo todo. Puede ser un escenario de reestructuración de la muerte, ya que este sistema es un sistema biocida, que no solo explota y saquea la vida, sino que la asesina, la mata. Es un sistema que, como se ha visto y como define Amaya Perez Orozco, es un engranaje de pies de barro, este fantasma hiperglobal e hiperconectado tiene patas y ramas por todos los sitios pero que al mismo tiempo cojea de todos los sitios a la vez. Puede ser un escenario de reestructuración de la muerte, donde los mecanismos de desigualdad se profundicen y complejicen haciéndose más fuertes. O puede ser un escenario de revolución de la vída, en dónde sacudamos absolutamente todo de raíz y generemos otras condiciones de posibilidad para que la vida merezca y para que la vida sea un derecho respetado para todas las personas.
Yendo al punto de partida tendríamos que analizar cómo han definido la palabra crisis desde los Gobiernos o de quienes nos gobiernan. Teniendo en cuenta que algunos elementos están en el centro, nos deberíamos de preguntar qué es lo que está siendo amenazado ahora mismo, si está siendo amenazada la reproducción del capital, está siendo amenazado el sistema capitalista, la generación de acumulación. Y por qué protegemos el empleo. No creo que se proteja el empleo porque se esté protegiendo a las clases trabajadoras, sino porque se protege al sistema productivo. Hay que analizar hasta qué punto las llamadas medidas de emergencia económica apuntan a determinados ejes y no a otros. En función de qué definiciones y qué diagnósticos de partida tengamos va a venir también qué tipo de decisiones políticas tomemos. ¿Cuáles son las prioridades de esta sociedad? ¿Por qué tardamos tanto tiempo en parar, si es que realmente se ha parado, el sistema productivo? ¿Por qué estamos trabajando la salud en una lógica reactiva y no preventiva? ¿Por qué han tenido que haber tantas muertes para que se mire todo eso? ¿Qué ha pasado?
En relación a las decisiones políticas, es importante analizar qué tipo de andamiaje de infraestructuras públicas vamos a poner a disposición para dar la vuelta a esta situación. Es un escenario muy dinámico que es muy difícil definirlo del todo, y tampoco sé si queremos definirlo de manera cerrada, sino coger esos interrogantes que nos está lanzando esta situación nueva para trabajar las respuestas colectivamente. Y asumir que las diferentes luchas y disputas son disputas que no son cerradas, que todas y todos tenemos diferentes responsabilidades en la reconfiguración de un escenario realmente emancipador.
Lo que sí queda claro es que las entrañas de este engranaje han quedado desveladas
Hay que poner en juego también cómo se combinan las diferentes esferas: son disputas que tienen que ver con lo material, con dar respuestas concretas en clave de presupuesto, en clave de recursos económicos para las situaciones que están surgiendo. También son disputas que tienen que ver con lo simbólico: cómo definimos las cosas, cómo vamos a nombrar el problema, si es que es un problema o si lo hemos visto como problema y lo tendríamos que haber asumido como un elemento constitutivo del sistema. Por ejemplo la gestión de la salud. Si esas disputas son personales o colectivas: el “Yo me quedo en casa” hasta qué punto es una propuesta. Me parece muy triste que desde el gobierno, desde los medios masivos de comunicación de España y también a nivel mundial envíen el mensaje de “quedate en casa”. ¿Esa es la respuesta que podemos dar a este problema? ¿Qué pasa con las personas que no tienen casa?¿Cómo se vive la situación de confinamiento según las diferentes desigualdades?¿O las personas que en su casa tienen a su agresor?¿O los jóvenes que en su casa tienen a las personas que no aceptan su diversidad sexual?¿Qué pasa con las mujeres trabajadoras internas que están en su casa que es su centro de trabajo y se les están siendo vulnerados cualquier tipo de derechos? ¿Qué pasa cuando la casa es una fuente de desigualdad? ¿Qué pasa cuando en las casas no hay agua potable o cuando no hay energía o cuando no tenemos acceso a un ordenador? Debemos de pensar cómo podemos generar otro tipo de respuesta colectiva para que ésta no sea la única salida al problema.
Otro elemento interesante sería el más allá del Covid-19. Cómo vamos a gestionar esto o qué nuevos escenarios podemos construir a partir de ésta situación de grieta, que como decía, puede ser una grieta que luego se refuerce o realmente una que nos permita ensanchar los pilares sobre los que funciona este sistema. Creo que la construcción colectiva de respuestas tiene que ir más allá de lo inmediato, sin olvidarnos de las necesidades materiales concretas que mencionaba, pero también en un horizonte más lejano, que nos permita ir pensando y construyendo otro tipo de estructuras, de relaciones y de definiciones políticas.
Desde el movimiento feminista se hace hincapié en que no ha sido la pandemia la que ha creado la crisis de los cuidados, aunque haya generado una situación de colapso. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación? ¿Cuál es el análisis que haces?
Deberíamos pensar en qué entendemos por emergencia y qué entendemos por urgencia. Cuando esa urgencia me atraviesa en lo inmediato y me llega cerca, pues entonces estamos en una situación de emergencia. Cuando esto era algo que aparentemente no me iba a llegar o era una realidad más lejana, no me preocupo. Esa lógica de funcionamiento y de la construcción de la subjetividad nos la han inculcado muy bien y la hemos interiorizado como personas que llevamos el capitalismo dentro.
Es interesante mirar el colapso a partir de la pandemia porque de alguna manera las condiciones para hacer frente a la enfermedad dependen a veces de la clase social o al acceso de determinadas coberturas, pero también es verdad que todas y todos estamos en una situación de alerta latente a la enfermedad. Aquí no se libra nadie. El sector de las personas mayores ha sido de los más perjudicados, pero no importa qué cuenta bancaria tengas o en qué mansión vivas o cuántas trabajadoras de hogar explotes, si te pilla, te pilla. Esa sensación de que no me voy a librar también genera como un miedo, un pánico y una cercanía al reconocimiento de la emergencia.
A mí lo que me hace reflexionar sobre esta situación de emergencia es cómo se define una emergencia: cuando te toca cerca. Cuando en realidad la crisis de cuidados es una realidad y es una situación que es parte y constitutiva del sistema capitalista, del sistema patriarcal, porque tal y como están organizados y gestionados los cuidados en esta sociedad y como han estado organizados históricamente, se plantea una sensación de crisis estructural. No es una crisis de coyuntura. Es una crisis que estructuralmente atraviesa al sistema capitalista.
Es interesante ver de qué hablamos cuando hablamos de cuidados. Se ha puesto en evidencia la fragilidad de este falso ideal de autosuficiencia, se ha puesto en evidencia también que necesitamos de cuidados, que todas las personas y todas las vidas humanas y no humanas, en diferentes momentos de los procesos vitales, con mayor o menor intensidad necesitamos de cuidados. Y quien no tiene esos cuidados garantizados no tiene la posibilidad de seguir viviendo. Y eso sucede a nivel personal, como vida única, pero también como especie. Si no nos cuidamos, en un futuro, no va a haber continuidad. Si no cuidamos el entorno que nos rodea, si no cuidamos el monte, el agua, el aire, tampoco va a ver mundo. Planteo los cuidados en un sentido amplio, hay que complejizar los cuidados.
Por otro lado, creo que hay que barajar y dar de nuevo. Mirad cómo están resueltos o mal resueltos ahora mismo los cuidados en esta sociedad. Los cuidados históricamente se han definido como un problema, como un déficit estructural del sistema. Incluso se cree que es un gasto, que son algo que se tiene que resolver en el ámbito privado. En el Estado español y en Euskal Herria el modelo de cuidados ha sido históricamente gestionado sobre un modelo familista. Los cuidados se resuelven sobre la base de los hogares familiares, sobre la base de las familias. Y cuando decimos esto, estamos diciendo que los hogares quedan cargados en los cuerpos y en las vidas de las mujeres: históricamente sobre las madres, las abuelas y así ha sido como se han gestionado los cuidados. Los cuidados no se han considerado como una responsabilidad colectiva. No se han considerado y asumido como una responsabilidad coconstitutiva de la vida, y desde la administración pública no se han abordado como un derecho colectivo. Ahora esto también se está poniendo en evidencia y está trayendo consecuencias que son muy tristes y lamentables.
Tal vez si los cuidados hubiesen sido gestionados de otra manera, las consecuencias podrían ser otras. No me parece casual que buena parte de los sectores más atravesados en clave laboral y en clave de salud por toda esta situación sean sectores directamente vinculados con los cuidados, sectores feminizados y sectores con alto grado de precariedad. Los sectores relacionados con la educación, con la salud, con la alimentación están siendo atravesado brutalmente por la crisis.
¿Qué entendemos que son los cuidados? Hasta qué punto tenemos que asumir muchas cosas como sociedad: resolverlas a nivel de las familias, a nivel de las parejas, a nivel de las personas (con el tema del impacto de la división sexual del trabajo) o hasta qué punto también la comunidad, el Estado y los barrios pueden asumir cuestiones que están siendo también recaídas en el marco de lo privado. Cuando complejizamos los cuidados, los cuidados son mucho más que el acompañamiento y cuidado de las personas adultas, mayores y de niños. Si entendemos los cuidados en clave de interdependencia, se abre incluso a muchas más cosas que tienen que ver con la vivienda, con la salud, con la alimentación, con el campo. Hay que ver qué implicaría los cuidados en el sentido ampliado. Eso implicaría pensar hasta qué punto nos vamos a pringar como personas (porque ahora mismo muchas veces los cuidados los resolvemos de una manera muy cómoda), qué estamos dispuestas a resolver como sociedad (dejando de ser una sociedad que mete los ciudadanos debajo de la alfombra) y luego a nivel de la comunidad y la Administración pública, el Estado, el presupuesto público, las infraestructuras públicas de cuidado. Es una demanda histórica en el País Vasco, unas infraestructuras públicas de cuidado, de calidad, universales.
Estas formas de malresolver los cuidados en la actual organización social de los cuidados lo que permite es meter debajo de la alfombra todas las necesidades de una manera muy barata, precaria y flexible
Desde la economía feminista se dice que hay responsabilidades asimétricas. Yo como feminista blanca, con las necesidades vitales más o menos satisfechas y con unos privilegios puedo estar en la bandera de servicios públicos de calidad. Pero luego dentro de casa, tengo una trabajadora migrada interna, que no le pago lo suficiente, y lo tengo por evitar la pelea con mi pareja por quién limpia el baño. Viendo un poquito desde lo individual hasta lo colectivo sin perder el foco en lo colectivo también hay que revisar lo individual y trabajar con una coherencia a esos niveles.
Siguiendo de qué hablamos cuando hablamos de cuidados, habría que partir de la base de redefinir los cuidados como una necesidad vital. En ese sentido, deberíamos de separar lo que realmente son las necesidades vitales, lo que realmente necesitamos para vivir. Y no todas esas falsas expectativas que nos meten por vena en esta sociedad de consumo. Muchas de las necesidades que tenemos o creemos que tenemos son falsas necesidades y son consumismo. Entonces yo también puedo resolver algo que creo que es una necesidad de cuidados por un consumismo, porque hay unas condiciones de poder permitírmelo, pero a costa de algo o de alguien.
Hay que asumir también los cuidados como una responsabilidad colectiva. Una responsabilidad que tiene que plantear un nuevo reparto y una nueva reorganización entre hombres y mujeres, entre clases sociales, entre pueblos… implica también que muchas personas asuman, cuando hablamos de deuda ecológica y de diferentes tipos de deudas por ejemplo, también hablar de la deuda de cuidados. Los cuidados han sido un eje de desigualdad y hablamos de carga de cuidados, cuando los cuidados no deberían de ser una carga, el cuidar debería de ser algo muy bonito. El problema es que cuando alguien no cuida, alguien cuida de más. Y ese cuidar de más tiene muchas consecuencias físicas, mentales y emocionales en las vidas y cuerpos de esas personas que además son mujeres. Más del 95% de las personas que cuidan según la OIT son mujeres. Y eso tiene unas consecuencias en la pérdida de autocuidado o en el descuido de esas personas.
Tenemos que asumir los cuidados como una responsabilidad colectiva, como un derecho. Y en esto es importante la palabra colectivo, hace mucho énfasis, aunque buena parte de los derechos sociales en el andamiaje político e institucional que tenemos desarrollado se han construido sobre la base de la figura del asalariado, de la persona perceptora de una nómina y muchos de esos derechos se han diseñado desde una lógica individual, desde una lógica de particularización. En realidad, los derechos tienen que ser asumidos como derechos colectivos, como derechos que se responden a una necesidad como comunidad. En ese sentido, los cuidados como derecho colectivo van más allá del nivel adquisitivo individual de las personas, sino que tienen que ser una responsabilidad común. Eso tiene que ver también con que los cuidados no pueden ser una mercancía. Ahora mismo, como parte y producto de los procesos de reprivatización, de desguace del Estado ampliado, de recorte de todo el andamiaje de las políticas sociales (que es curioso también, porque con las crisis se achica todo lo que tiene que ver con la parte social del Estado y se profundiza, por ejemplo, la parte de presupuesto para armamento o para seguridad), ahí también se ve qué se entiende como gasto y qué se entiende como inversión desde la concepción de quienes gobiernan. Si se asumiera el cuidado como un derecho colectivo y en vez de verse como gasto se viera como una inversión, como algo que se apuesta para que la sociedad sea mejor y viva mejor, entonces la estructura y la infraestructura pública y el presupuesto que se destina sería diferente. Entonces los cuidados ya no serían un privilegio para quien puede acceder a pagar por ellos, los cuidados como una mercancía, sino no como un derecho colectivo.
Eso una falacia también, además de que individualiza el cuidado, la mercantilización de los cuidados muchas veces lo que nos hace creer es que si yo pago, lo que cuesta dinero es bueno y es mejor y lo que no cuesta dinero no vale. Todos esos cuidados, todas esas tareas esenciales para la reproducción de la vida, todos esos trabajos que se hacen cotidianamente y que solo los vemos cuando dejan de estar. Pero como está todo el tiempo presente de manera silenciosa, de manera infravalorada, de manera gratis, decimos que los cuidados se hacen por amor o por muy poco dinero. Cuando yo pago una residencia 3.000 euros o de 2000 euros, ya me quedo tranquila y dejo a la persona mayor ahí. ¿Eso me garantiza que esos cuidados sean de calidad? ¿Eso me garantiza que esos cuidados, sean entendidos como una necesidad de esa persona? ¿Estamos viendo qué tipo de relaciones de cuidados estamos reproduciendo con esta mercantilización de los cuidados? Yo tengo dudas. Por otro lado, conozco a muchas trabajadoras que están cuidando por 700-800 euros al mes los siete días en la semana las 24 horas del día. Y se están dejando la piel en esos cuidados. Esos cuidados son baratos, entonces ¿son malos? Ahí tenemos elemento interesante.
Para mí es importante también con esta puesta en evidencia de la crisis de los cuidados que ya veníamos denunciando, redefinir los cuidados y, sobre todo explicitar qué estamos dispuestas a dar y qué estamos dispuestos a ceder, salir de la zona de comodidad y plantear una propuesta política colectiva de los cuidados que tenga que ver con despatriarcalizarlos, con desprivatizarlos, desmercantilizarlos. Con todo esto que está pasando, no podemos seguir dejando un bien tan preciado como los cuidados a la lógica de mercado. Y descolonizarlos también. Los cuidados han estado atendidos por las mujeres que venían del ámbito rural a la ciudad y ahora vienen del otro lado del charco. Tenemos que asumir los cuidados como una responsabilidad colectiva, repartirlos y reconocerlos en su importancia y en su valor. Y cuando hablo de valor no estoy hablando de dinero, estoy hablando del valor socialmente necesario para la reproducción de la vida, para la reproducción de la sociedad, para la reproducción de la comunidad. Ahí tenemos trabajo por hacer.
Centrándonos en las trabajadoras del hogar, esas mujeres que están sosteniendo nuestras vidas mientras sus derechos más básicos se vulneran cada día, ¿Cuáles son las consecuencias que están sufriendo por esta situación?
Con el tema de las trabajadoras de hogar y de cuidados tenemos que hablar de una deuda histórica. Varias compañeras del sindicato también habláis de ello cuando estamos trabajando en el proceso de la construcción colectiva del convenio, desde los sindicatos es una deuda histórica. Es un sector que siempre se ha sabido que está ahí, pero no se ha podido trabajar en profundidad. A mí me viene, por un lado, la idea de la deuda histórica. Y ahora con todo lo que está pasando se ésta perpetuando esa deuda histórica. Siguen siendo el último eslabón de la cadena a nivel de las medidas de emergencia económica. Se fueron dando respuestas a los diferentes sectores y hasta que se nombró en el sector de las trabajadoras de hogar y de cuidados pasaron casi 3 semanas y fue producto de mucha lucha y demanda desde las organizaciones, porque si no, tal vez todavía estamos esperando. Y esta perpetuación tiene que ver con un abandono institucional desde las diferentes dependencias de la administración pública y la propia normativa vigente es una normativa desigual, deficitaria y no equipara en clave de derechos mínimos con el Estatuto de las trabajadoras y los trabajadores. Ese abandono institucional es recurrente, es parte también de una hipocresía social. En Argentina decimos para muestra falta un botón (cuando hablamos de la policía), viendo la foto del sistema del que hablábamos antes, las trabajadoras del hogar son ese botón. La situación, las características y las condiciones en las que se encuentran las trabajadoras son éstas y no otras, es porque en esta sociedad los cuidados tienen este lugar y no otro. Si la situación fuese diferente las trabajadoras del hogar tendrían otras condiciones. Incluso existirían menos trabajadoras del hogar, existirían puestos de trabajo de otro tipo de calidad en las que estas trabajadoras podrían estar trabajando en ejes de cuidados, pero no serían aisladas en las viviendas sin ningún tipo de derecho o sin ningún tipo de control sobre su situación.
Abandono institucional, hipocresía social y también tenemos que hablar de evasión y de instrumentalización. Esta evasión histórica es muy rentable para el sistema económico. Estas formas de malresolver los cuidados en la actual organización social de los cuidados lo que permite es meter debajo de la alfombra todas las necesidades de una manera muy barata, precaria y flexible, a costa de una evasión de todas las infraestructuras públicas y de cuidados y de la explotación de miles de mujeres.
Con el tema de las trabajadoras de hogar y de cuidados tenemos que hablar de una deuda histórica.
La situación de las trabajadoras del hogar ahora mismo, es una situación de doble confinamiento, porque las mujeres internas que ya de por sí estaban confinadas ahora mismo está aún más confinadas. Muchas de ellas no tienen autorización para poder salir de los domicilios en los que trabajan porque al volver, corren el riesgo de contagiar a las personas mayores a las que cuidan o como no tienen un contrato escrito de trabajo, no les dan el escrito de tránsito laboral por si les para la policía. Algunas tienen miedo porque están sin papeles y tampoco quieren que les pare la policía. Luego, a la vez también son trabajadoras que son mujeres, que tienen vida propia, que tienen familia, tienen hijos que no están yendo a clases, tienen personas queridas que se están enfermando a las que no pueden cuidar.
Ahí se da la paradoja de los cuidados como privilegio atravesado por lo monetario. Y en este caso las trabajadoras de hogar también tienen esa doble sensación con los cuidados, que están cuidando ahora mismo a otras personas, cuidando además en unas condiciones en las que no se están tomando ningún tipo de medidas de protección, de medidas mínimas que otros sectores están reclamando, y aquí no existen. Muchas están en la misma habitación durmiendo al lado de la persona infectada, y de eso no se habla.
Por otro lado, ha habido muchas trabajadoras que se les han congelado sus empleos, se les ha dicho que no vayan a trabajar mientras dure la alerta, sin salario. Luego ha habido también muchos despidos. Tanto al régimen interno como al régimen externo está afectando muchísimo. Estamos hablando de más del 30% despidos y alrededor de un 30-40% de congelamiento de salarios. Las que siguen trabajando son un 40%.
Sobre la medida de emergencia económica, el reconocimiento de la prestación por desempleo para las trabajadoras de hogar, el sector de trabajadoras del hogar es el único sector que hasta ahora no tenía reconocida la prestación por desempleo. Trabajadoras de alta con contrato escrito de trabajo, con alta en la Seguridad social con décadas de cotización se quedan sin trabajo, son despedidas de su empleo y se quedan sin ningún tipo de prestación por desempleo. Ahora, después de mucha demanda, producto de una lucha histórica como símbolo de sector, el Gobierno de Sánchez ha reconocido la prestación por desempleo como medida de alerta, o sea, que cuando acabe el estado de alerta se acaba, pero sigue siendo una medida coja. Porque sólo se reconocerá prestación por desempleo a las trabajadoras que tienen contrato escrito de trabajo. El 40% del sector bueno, según la OIT es el 30%, pero en el Estado español es más, de las trabajadoras de hogar y de cuidados se encuentran en la economía sumergida y no van a tener acceso a la prestación por desempleo. De las que tienen contratos del trabajo, lo que está también comprobado es que esos contratos son contratos mentirosos, que no recogen las situaciones reales en las que se desarrolla la relación laboral. Entre esas mentiras o carencias de verdad, una de las recurrentes es la que tiene que ver con la declaración de tramos salariales inferiores a los que realmente son. Porque muchas veces se traslada la cuota íntegra de la Seguridad Social a la parte trabajadora. La parte empleadora dice después de muchísima insistencia, hacemos el contrato escrito de trabajo tú te pagas la seguridad social. Eso sabemos que es ilegal, solamente el 30% de la cuota de la Seguridad Social debería de pagar la trabajadora. Cuando eso sucede, la parte empleadora traslada la cuota entera a la Seguridad Social y entonces se declara a un tramo inferior al que realmente le corresponde. En este caso sucede que al cobrarse 70% de lo declarado, pues se va a cobrar el 70% de ese tramo inferior declarado. Esto también sucedería, por ejemplo, con otras prestaciones, con indemnizaciones, con cálculo de diferencias y demás. Esto es una trampa, tiene consecuencias muy negativas para las trabajadoras, pero ahora queda en evidencia.
La medida a nivel simbólico sí que tienen importancia. Pero sigue siendo una medida deficitaria y paliativa. Qué pasa con alrededor de ese 30-40% de compañeras que están en la economía sumergida? Estamos hablando, además que de ese 30-40% el 90% son trabajadoras internas que están cuidando a una o dos personas mayores ahora mismo, aisladas en las viviendas, que no tienen acceso a ayudas, a ningún tipo de prestación social, además del desempleo, que no tienen casa, que su casa es su centro de trabajo y ahí tenemos un montón de debilidades y de vulneraciones del sector que las exponen a otro tipo de vulneraciones también. La situación de las trabajadoras de hogar ahora mismo es muy compleja.
¿Cuál crees que debería de ser la receta para poder hacer frente a esta crisis de los cuidados?
La receta mágica no existe. Yo creo hay que ir trabajando a diferentes niveles, ir asumiendo la responsabilidad colectiva, ir desmontando también buena parte de los privilegios y de los prejuicios y colocar las cosas en su sitio: lo que nos corresponde como personas, como familias, como barrios, como comunidad, como organizaciones. Trabajarlo de verdad, sin hipocresía, con coherencia, a fondo, pensando en las cosas pero también generando los mecanismos, todo lo que sea necesario para dar respuesta a esas cosas que pensamos y luego lo que corresponde a nivel de la administración pública en sus diferentes niveles, trabajarlo también. Muchas de estas cosas no dependen de Madrid, hay cosas que podemos hacer aquí también si queremos. Hay decisiones políticas a diferentes niveles que tenemos que abordar, aunque eso implique también salirnos de los lugares en los que estamos ubicadas, situadas y calentitas. Yo creo que las recetas mágicas no existen, y cuando me dan una receta mágica desconfío de ella.
Muchas de las situaciones ya las teníamos delante de la cara, ahora lo que ha pasado es que han explotado. Aunque la situación sea de alarma, sin alarmismo, darle un un poco a la cabeza y al corazón también.