Aura Lolita Chavez Ixcaquic
“Las luchas deben surgir de nuestras propias vidas y de nuestros propios caminos”
Las mujeres de Abya Yala habéis sido un referente en la lucha contra la oleada neoliberal desde sus inicios: desde la lucha y posterior victoria contra el ALCA hasta las luchas contra el expolio y explotación por parte de diferentes multinacionales y/o proyectos extractivistas, pasando siempre por la lucha desde la cotidianeidad de la vida. ¿Cómo se entrelazan en la avanzada neoliberal el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo? ¿Qué desarrollo ha tenido esta lucha?
Somos un referente porque, creo que es importante reconocerlo, a través de la historia hemos resistido y tenemos resultados de nuestras luchas, que han sido luchas intergeneracionales, en comunidad, porque nuestras causas son territoriales y de vida, no son causas sólo enfocadas a la expresión de mujeres, o a las expresiones de nuestra propia organización, si no que son una expresión de nuestra propia libre determinación desde nuestros cuerpos políticos con memoria y sabiduría ancestral. Somos referentes porque tenemos nuestra historia y nuestro propio modelo.
Debemos reconocer también en este caminar, que durante largos tiempos se fueron imponiendo en los sistemas de vida los estados, no sólo en Abya Yala, sino en los diferentes mundos, como lo analizan nuestras ancentras: todas esas imposiciones desde los individualismos, las arrogancias, todas las ambiciones insaciables… que van transformando las sociedades. Y, obviamente, se transformaron en seres fundamentalmente materialistas en detrimento de toda la existencia.
“Siempre hemos estado en la lucha, no empezó con la llegada de las expresiones corporativas”
También reconocemos lo enfocado no sólo a los patriarcados, sino también a el colonialismo. Cuando nos narran las ancestras y los ancestros como derrumbaron nuestros sagrados cerros… Para nosotros los cerros son sagrados, tienen espíritu, tienen expresión de vida y les quitaron el corazón. Expresiones como el despojo del oro, de la plata, el petroleo, los metales preciosos, las piedras sagradas… Todo eso se convirtió en una profunda maldición o maldad para algunas expresiones. Llevaron a sistemas que ahora se creen dueños de todo lo que existe: dueños de los cerros, de las mujeres… y mantenernos como seres en opresión es el destino que ellos nos han planificado en sus planes de proyecto de muerte.
¿Cuales son las principales características de la resistencia feminista frente al poder corporativo? ¿Por qué ha llegado a ser una amenaza tan grande como para desatar el nivel de criminalización y de violencia que se ha ejercido contra vosotras?
Es importante reconocer nuestras historias, historias que han sido silenciadas: siempre hemos estado en la lucha, no empezó con la llegada de las expresiones corporativas. Tenemos largas historias de lucha entrelazadas a través de muchos esfuerzos de sanación. Para nosotras la sanación no es un privilegio, no es una expresión de supremacía en el que quien sabe más sana a quien está enfermo, sino que todas pasamos por distintas etapas de equilibrio en la vida.
No somos una expresión homogénica, somos diversas y plurales; y por eso rechazamos las varitas mágicas que tratan de homogeneizarnos. Tenemos diálogos de saberes en los que nos acuerpamos y reconocemos que no tenemos un pensamiento universal, sino que en está pluralidad de las luchas y de las existencias generamos comunidad. Esa es una fuerza en nuestro territorio, actuamos en red. Defendemos la vida con un horizonte claro porque tenemos poderes colectivos: tenemos nuestras propias formas de comunicación, de organización y de relacionarnos entre nosotras. Hemos fortalecido un caminar hacia la autonomía desde nuestras luchas por la libertad. Algunas de esas luchas son históricas, ancestrales, que aunque no se llamaban feministas, para nosotras son nuestras guías. La libertad de nuestro ser pasa por la libertad de nuestro territorio, porque tenemos un vínculo con él: con el agua, con la tierra, con la biodiversidad, con el aire, con las diversas expresiones de la red de la vida. Eso es lo que nos hace fuertes.
Hemos reconstituido varias veces los tejidos comunitarios que han sido atentados por las empresas transnacionales, por los gobiernos corruptos e impunes, por los racismos, por expresiones de odio contra nosotras. Esa fuerza es la que estamos tejiendo entre los feminismos diversos, plurales, populares en los que queremos vivir sanas, libres y en nuestro territorio con nuestro modelo de vida, siempre vinculado con otras luchas.
“En esta pluralidad de luchas y de existencias generamos comunidad”
Esa fuerza ha llegado a ser una amenaza tan grande como para desatar este nivel de criminalización. En este sentido es claro y evidente que las expresiones de odio contra nosotras, las amenazas, las torturas, los asesinatos, las violaciones sexuales… se dan porque nos identifican como una amenaza para el poder corporativo. Ahora, ¿por qué? ¿Por qué somos una amenaza? Porque hemos comprendido los sistemas desde nuestros cuerpos, desde la vida cotidiana, desde nuestros territorios, desde las historias…
La hambruna, las violaciones sexuales, las torturas, los dolores, las diversas enfermedades, las guerras prefabricadas, las angustias, etc., no nos lo han contado: no son escritos que hemos leído, no son videografías… No son expresiones alejadas del día a día, sino que somos vidas en movimiento y llevamos la sabiduría, la historia, la memoria en los tejidos de nuestros cuerpos. Somos diálogo de saberes: siempre que nos juntamos alrededor del fuego en la comunidad, compartimos lo que hemos vivido, lo damos a conocer. Somos una amenaza para el poder corporativo porque aprendimos a no silenciarnos. Esa es una herramienta profunda: a pesar de que nos están amenazando, torturando y nos están diciendo que si seguimos hablando y exigiendo justicia nos van a matar, no nos silenciamos. Esas son las herramientas y políticas propias que nosotras tenemos, hemos aprendido a construir herramientas desde nuestras propias concepciones de la vida.
Aprendimos también a atrevernos a decir que no a recetas para todas, porque cuando tuvimos encuentros con otros feminismos nos dicen dijeron que hay “un” tipo de feminismo. Nosotras aquí hemos aprendido que ser feministas es que somos seres vivientes que inspiramos y vivimos en territorios donde generamos libertades desde nuestros aires y desde nuestros referentes, con nuestras ancestralidades, pero también con nuestro compromiso cosmogónico intergeneracional. No podemos tener referentes que no nos unan, por ejemplo, referentes feministas con una supremacía que nos va a esclavizar. No queremos feminismos que son esclavos de sus propios privilegios, que explotan o que son racistas. Esa es una decisión política en comunidad que nos hace fuertes, nos hace referentes, y por eso ellos nos ven con miedo.
Los últimos años hemos oído hablar mucho de las defensoras, por desgracia, en gran parte debido a la violencia a la que sois sometidas, reflejo de la intensificación de la violencia contra quien amenace los intereses del capital. ¿Qué significa para ti ser defensora? ¿Cómo se enlazan en vuestro día a día la defensa de la tierra con las defensa de la vida, de los derechos laborales, de los derechos al acceso a los recursos naturales, a la educación…?
Hemos ido caminando hacia resignificar nuestro ser para llamarlo “defensoras” porque no es desde que tuve conciencia de la lucha y desde que me fui formando que me he llamado defensora. Es más, hace poco. Ser defensora, significa en principio, amar profundamente la vida. Recordad, porque la historia a veces se olvida, que tuve cinco intentos de asesinato y un chorral de enjuiciamientos. De hecho, estoy aún judicializada, y es por eso que no puedo volver a mi territorio. Todo eso deja secuelas graves tanto en mi vida, como en la vida de mi comunidad y mi familia. Situaciones horrorosas también de expresiones de odio, de expresiones misóginas que continúan contra mí y contra quienes están en la defensa territorial y de la vida.
Me quisieron silenciar, me quisieron eliminar, y sino muerta, muerta en vida. Querían que fuera un ser sin alma, con miedo, deprimida, enferma, acomplejada… Lo planearon bien, porque me conocen, porque me estudiaron. Planificaron eliminar mi vida, igual que planificaron eliminar muchas otras vidas, territorios y pueblos. Con una profunda rabia abrazaba a la madre tierra y gritaba “¡Quiero vivir!”. Recordar eso es caminar. Pero transcendí, transcendimos juntas, porque nos dieron fuerzas feministas, fuerzas de poderes colectivos. Sigo caminando en la red de la vida, y propongo fuerzas generadoras, fuerzas para que conspiremos juntas. No pueden entender que tenemos conexiones cósmicas y fuerzas ancestrales y territoriales que nos acompañan siempre, siempre. Yo saludo a las ancestras, pero no sólo a las de mi territorio, también a las que voy conociendo en el camino. Sé que no estoy sola.
“Es importante retomar las cosmovisiones plurales. Somos parte de la red de la vida”
Llevar este camino no es fácil, pero es esperanzador. Es esperanzador, porque estoy viva. Antes yo hacia planes de muerte, soñaba con la muerte, con las torturas… Dejan traumas, dejan secuelas psicológicas y de relacionamiento social. Sentía que me podían matar en cualquier espacio. Vivía pensando en qué situación iban a quedar mis hijos, era una situación de agravio y de dolor profundo en las entrañas de mi ser. Ahora estoy viva y hago expresiones de vida, planifico para estar, para ser en movimiento. Eso es para mí ser defensora, amar profundamente la vida y sus diversas expresiones. Ser semilla de expresión de libertad, de justicia y de dignidad. Es comprometerse a luchar, hacer expresión de denuncia, a no permitir la violencia, ni las múltiples opresiones, ni en la vida propia ni en la vida de quienes están en comunidad con los territorios.
Es también unirse con otras defensoras y defensores en la red de la vida, para tejer formas y caminos emancipatorios. Ahora conozco diferentes caminos que pueden generar justicia, dignidad y libertad que antes no conocía, al no salir del territorio.
Ser defensora es soñar con un futuro de buen vivir para las futura generaciones y para que lo que a mí me pasó no le vuelva a pasar a nadie. Es tejer desde el aquí y el ahora el buen vivir, ser semilla de luz. Sanar permanentemente el compromiso de evolución, no aceptar la violencia como normal, luchar contra los miedos, sanar las heridas de la guerra, de las culpas, de la supremacías. No podemos creernos perfectas, ni creer que tenemos la verdad absoluta, pero debemos vivir, vivir ya.
No hemos sido pueblos dormidos. Ser defensora es también reconocer las historias de las ancestras que han luchado contra feminicidas, contra genocidas, etnocidas, biocidas… es un compromiso que seguimos manteniendo. Los ancestros nos han demostrado que los sistemas caen. Y cuando hablan con urgencia las expresiones corporativas o lo patriarcado, vemos que están en una encrucijada, es porque saben que su sistema va a caer, en poco tiempo se va a terminar. Si ellos lo saben, lo reconocen, no nosotras no tenemos por qué sostener más ese sistema, más bien, tenemos que hacer que caiga, así como lo están haciendo otras hermanas feministas.
Eres internacionalmente reconocida por la labor de defensa de los pueblos indígenas. Además de expoliar cuerpos y recursos, el neoliberalismo homogeneiza, asimila culturas igual que devora territorios. ¿Cómo afecta específicamente a los pueblos minorizados? ¿Cómo podemos combinar la lucha contra el modelo que nos despoja de derechos, soberanía e identidad precisamente para reafirmarnos y recuperarnos?
Para combinar las luchas, es importante reafirmarnos, pero ¿en qué? Eso es importante. ¿Quienes somos? ¿Cómo somos? ¿Hacia dónde vamos, cual es nuestro horizonte? Podríamos transcender no sólo del compromiso de, por ejemplo, las mujeres de los pueblos en Abya Yala, sino de la humanidad. Es importante retomar las cosmovisiones plurales. Somos parte de la red de la vida. Nuestras ancestras, nuestros abuelos y abuelas nos han transmitido mediante el calendario, mediante la lengua, que la humanidad puede ser y podemos reconstituirnos. A modo de ejemplo, el ser maya k’iche, ¿por qué no podemos ser maya k’iche? Claro que podemos ser, descolonizarnos y despatriarcalizarnos desde nuestro ser colectivo.
La humanidad puede ser cuando los bosques pueden ser, la montaña puede ser cuando el aire puede ser, el venado puede ser sólo cuando el pasto puede ser, el pasto puede ser sólo cuando la lluvia puede ser, la lluvia sólo puede ser cuando los bosques pueden ser… Eso genera autonomía, genera libre-determinación, genera expresión de no-exclusión, genera una fuerza entre el ser como humanidad y el ser como expresión de vida en esta red. Eso genera compromiso. De eso han sido despojadas muchas expresiones de este mundo, pero aún los pueblos originarios lo mantenemos. No solo el pueblo maya: la situación que estoy viviendo me ha permitido recorrer muchos caminos y mis raíces me hacen reconocer otras raíces como el pueblo mapuche, el pueblo bribri, el pueblo inca, pueblos mestizos…
“Nada está escrito en piedra, todo está en movimiento y todo puede cambiar”
Entonces, ¿por qué nos lanzamos nosotras contra los intereses corporativos? ¿Por qué asumimos ese compromiso? Porque traen reglas muy perversas. Traen el conflicto entre el poder ser o el querer ser. Por ejemplo, el consumismo como regla social, política, económica y cultural. Son expresiones criminales para nosotros: el consumismo es una expresión neoliberal que asesina las especies. Son expresiones de secuestro de ríos, de esclavitud de territorios, de contaminación, de asesinatos contra la humanidad y la biodiversidad… Tenemos que entenderlos como expresiones de la crisis civilizatoria, no sólo una crisis ecológica: ese es el juicio y castigo que existimos.
Atender a las secuelas es atender a los derramamientos de sangre, es plantearse vínculos con compromisos políticos, económicos, expresiones de macro-economía, de micro-economía, expresiones culturales contra lo que se está generando, no limitarse a aceptar. Aceptar vivir con desgracias causadas por gobiernos neoliberales, corruptos; aceptar la miseria mientras otros viven con todos los antojos perversos… Aceptar eso esa aceptar la derrota frente al neoliberalismo. Es traicionar la vida, las generaciones pasadas y venideras.
La lucha contra el poder corporativo es, en definitiva, otra manera de hacer referencia a la lucha contra el sistema capitalista heteropatriarcal. Una lucha que abarca todos los aspectos de la vida, y por lo tanto, a veces, difícil de explicar, concretar, concienciar sobre el todo. ¿Cuáles son en tu opinión las palancas o claves que valen para concienciar y activar a la sociedad? ¿Dónde hacer fuerza? ¿Por donde empezar?
He hablado ya algo de esto, pero para mí lo importante es subrayar que las luchas deben surgir de nuestras propias vidas y de nuestros propios caminos: ahí están las fuerzas, las enseñanzas. Los movimientos feministas en las historias de los mundos somos referentes, ¿por qué? Porque vamos hacia el espíritu de la descolonización, de la despatriarcalización, porque no buscamos poder, nuestras venas nos llevan hacia caminos de libertad, justicia y vidas dignas en la red de la vida.
“Es importante reafirmarnos, pero ¿en qué? Eso es importante”
No aceptamos las fronteras, ni esos estados: luchamos contra esas fronteras que nos quieren imponer en la mente. Es importante fortalecer las múltiples autonomías en el recorrido. Cuando luchamos desde nuestra autonomía, luchamos con las posibilidad de que nuestros cuerpos autónomos, cuerpos sanos y cuerpos con decisión propia puedan decidir. Decidir es un elemento importantísimo que nos ha ayudado, por lo menos a muchas de nosotras. Conocer también es conocer el plan de quienes nos quieren matar, nos quieren desaparecer. Eso es lo que las ancestras nos han enseñado: los sueños nos dan consejos, los espíritus nos dan consejos, los árboles, los ríos, la madre tierra… y por eso hay que escucharles y asumir el compromiso que una tiene.
Debemos analizar los planes de guerra. No debe darnos miedo, por ejemplo, analizar la guerra cibernética. ¿Cuales son sus expresiones? Las expresiones de odio, por ejemplo. Cuando nosotras nos libramos de lo asesinatos, por ejemplo, entendemos el proceso: cuando a mí me estigmatizan, era obvio que el objetivo era matarme. Entonces, ¿cuales son los planes de prevención para evitar la cárcel, la tortura o llegar al cementerio? Porque nosotras no queremos ser mártires. ¿Cómo articularlo en lo que llamamos red de la vida?
Es importante no ser hipócritas, hablar entre nosotras, aprender entre nosotras, entretejernos. Aunque cometamos errores, reconciliarnos con nosotras mismas. Saber que ese es un camino lindo de celebrarlo: celebramos nuestros triunfos, nuestras alegrías, nos dan inspiración y aliento para seguir caminando. Debemos celebrar, porque los neoliberalismos quieren mentes de odio, mentes frustradas, enfermizas… es importante sanar eso.
¿Qué tipo de alianzas deberíamos construir, cómo reforzar internacionalmente nuestras luchas?
Como feministas y como movimientos debemos comprometernos a interpelarnos con amor. Al tener que salir de mi territorio he visto en diferentes lugares como se mira a las mujeres migrantes y otros aspectos que están haciendo ruido, que chirrían, y es necesario abordarlo, por muy difícil que sea, para reconstituirnos y reforzar nuevos internacionalismos y luchas.
“Como movimientos debemos comprometernos a interpelarnos con amor”
Los cuidados globales existen, existen cuidados de explotación, las mujeres del sur venimos a cuidar a la gente del Norte, no como opción, sino por imposición del sistema patriarcal. Es una expresión de neocolonización: no existe reciprocidad, puesto que no existe una disposición a salir de los espacios de privilegio. Las mujeres somos migrantes del patriarcado neoliberal, que es un sistema global y globalizante que nos saca de nuestros territorios por multiplicidad de razones, sin poder sostener la vida en nuestros propios pueblos. Somos exiliadas del sistema patriarcal capitalista opresor, devastador y extractivista. Eso hay que abordarlo.
De la misma manera, se dice que en Europa, en el mal-llamado primer mundo, no valen los estudios y las teorías del Sur, ¿pero qué tontería es esa? ¿Cómo no van a valer los aprendizajes de los mundos que hemos sostenido la vida?
“De líder indígena amenazada de muerte en su país a “referente de esperanza y lucha política” en Europa” se podía leer en un artículo del periódico El País cuando recibiste el premio Ignacio Ellacuría 2017. Resulta paradigmático que quienes abren las puertas de par en par al poder corporativo aquí, al mismo tiempo que acompañan de la mano a las multinacionales locales para que se instalen allí se vean obligados a otorgar premios a activistas que aquí criminalizarían. ¿Cómo deberíamos gestionar esa tensión? ¿Cómo utilizarla? ¿Cómo trabajar para desenmascararles sin renunciar a recursos e instrumentos públicos que no dejan de ser nuestros?
Gestionar las tensiones y contradicciones no es agachar la cabeza, sino ser digna y no humillarse ante las expresiones colonizadoras, racistas y neoliberales, es levantarse y mirarles a la cara.
A mi me ha ayudado mucho estar con mi gente. Recuerdo que cuando se iba a celebrar la gala del premio Ellacuría nos dijeron que no era para toda la gente, que se necesitaba una invitación especial. Pero nosotras fuimos en comunidad, en familia, con la gente con quien realmente yo sentía un cariño profundo. Nos hablaban de protocolos y rompimos con los protocolos, las imposiciones de los sistemas de supremacía. El Lehendakari no tuvo más que aceptar que veníamos de otros mundos plurales, de otras concepciones de vida. Eso es también bajar a los territorios y no desvincularse de ellos.
“Las mujeres del sur venimos a cuidar a la gente del Norte, no como opción, sino por imposición”
A mí no me da ni pena ni vergüenza decir que me criminalizaron por defender la vida, las montañas, el agua, en fin, los territorios. Vergüenza les debe dar a los genocidas, que saben que son causantes de catástrofes y perseguirme a mí es denigrante para ellos. Son una vergüenza de la historia.
Nuestras luchas, la historia, se está entretejiendo con nuestra fuerza, nuestra sangre y nuestra memoria. Nada está escrito en piedra, todo está en movimiento y todo puede cambiar.
Vivas, libre, sanas y en nuestro territorio nos queremos.